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¿Quién te ha dicho que el universo está fabricado para ti?

Samizdat 25 mayo, 2017     No Comment     Ciencia y Tecnología

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Entrevista al físico Juan José Gómez Cadenas

¿A qué te dedicas?

Me dedico a la física de neutrinos. Trabajo en un problema básico de entender cómo funciona la naturaleza. Concretamente, la pregunta a la que quiero responder es: ¿Por qué en el universo solo hay materia?

Vemos que en el universo no hay o apenas hay antimateria. Y, sin embargo, sabemos que en el universo primario tuvo que haber la misma cantidad de materia que de antimateria. Y, de hecho, de ello concluimos que el universo nunca debió existir. Porque, de haberse producido la misma cantidad de ambas –dado que la materia y la antimateria se aniquilan mutuamente y producen energía pura– el universo no se habría producido, sino que se habría aniquilado. Sin embargo, hubo algo responsable de que toda la antimateria desapareciera, quedara solo materia y apareciesen después la vida y la inteligencia. Pues bien, nosotros creemos que ese algo está relacionado con las propiedades de una partícula llamada neutrino. Es una partícula elemental que no tiene carga y apenas tiene masa. Parece un fantasma, un pedacito de nada. Sospechamos que en el universo primitivo hubo neutrinos que presentaban propiedades de materia y de antimateria. El neutrino pudo desintegrarse un poco más en materia que en antimateria, introduciendo una ligera asimetría. Es decir, según la teoría que manejamos, el universo primario presentaba un poquito más de materia que de antimateria por culpa del neutrino. Toda la antimateria original se aniquiló con la materia original, quedando solo ese pequeño exceso de materia que se inyecta el universo y esa es la materia de nuestro universo.

En resumen, me dedico a una cosa bastante inútil: estoy intentado encontrar la razón por la cual estamos aquí.

¿La ciencia enriquece tu vida?

En mi caso, la ciencia es la única manera que tengo de entender la vida. Para mí no se trata de un trabajo que tengo de nueve a cinco. Yo no me entiendo a mí mismo si no soy científico. Para mí la ciencia es lo que soy, es lo que me explica. ¡No solo! Pero es en gran parte lo que soy. Me permite entender el universo, maravillarme y acercarme más a él. Es un lugar prodigioso y extrañísimo, que pone los pelos de punta a cualquiera que abra los ojos. Miras arriba, la inmensidad del cosmos, y dices: «En el universo hay cien mil millones de galaxias, y en cada una de ellas, que se extienden por catorce mil millones de años luz, hay cien mil millones de estrellas, y en una de estas estrellas hay un planetita donde estoy yo, mirando todo esto y lo entiendo». Es prodigioso. La sensación de que el universo es extraordinario, incluso milagroso, en cierto sentido, y el hecho de que la ciencia te permite entender cómo funciona, comprender los fenómenos que lo rigen e incluso medir, no solo explicar, la magnitud descomunal… Te sitúa en tu justo lugar. Si me quitaran mi profesión no sabría quién soy.

¿Has tenido referentes en tu vida?

Muchos. La primera persona, posiblemente la más importante de mi vida, fue mi padre. Él estuvo muchos años en Norte América, y fue a ver un gran árbol, una secuoya que llamaban el Gran Monarca. Mi padre me habló mucho de aquel árbol, y cuando fui a visitar el bosque muchos años después, descubrí que el árbol se había caído. Entonces escribí un poema frente al Gran Monarca caído, comparándolo con mi padre. «Buscabas el cielo, pero tus raíces no eran muy profundas. Las mías sí lo son».

Mi padre era muy exigente conmigo, y verle siempre trabajando y disfrutando me ha dado unas raíces muy profundas. En este sentido, el primer referente que me ha marcado es mi padre. Él era más ingeniero que científico, y me enseñó las primeras nociones de ciencia: electricidad, matemáticas… Su obsesión por las matemáticas era gloriosa. De él aprendí la curiosidad y el espíritu de trabajo.

Cuando empecé mi tesis doctoral me encontré personas que me impulsaron mucho en la carrera. Mi director de tesis en Ginebra, Peterson Berger, era un científico marvilloso que me hizo querer ser científico, junto con mis años de juventud en el Cern. Después, en EEUU, conocí a Abram Seiden, que también fue un referente para mí. Quizás la última persona de referencia en mi carrera es David Nygren, que se trata de un colaborador mío. Él inventó hace treinta años la tecnología en la que se basa nuestro experimento, y con ya ochenta años continúa siendo un apasionado de la ciencia.

Creo que todo científico que se precie basa su identidad en los maestros que ha tenido. No conozco a nadie que no haya tenido un gran maestro. Nadie llega a ningún lugar solo.

Este es un periódico universitario. Tú, que has culminado la carrera, ¿por qué crees que merece la pena estudiar?

Ir a la universidad y recibir una educación… ¡señores míos! Son ustedes unos privilegiados a los que sus padres y el destino les ha dado la ocasión de tener oportunidades que la mayor parte de la humanidad no tiene. ¡Una educación! Esto significa un criterio, además de conocimiento. «Como sé cosas, sé pensar. Como sé pensar, tengo criterio. Como tengo criterio, no soy manipulable. Por tanto, no soy un trozo de masa que se mueve de aquí para allá. Así soy más dueño de mi destino. Aprecio más la belleza porque sé más cosas. ¡Soy un suertudo!».

En otra ocasión te oímos decir que no toda la belleza conduce a un final feliz. ¿Qué significa esto?

Yo digo que el universo es un lugar maravilloso, bellísimo hasta morder, pero esa belleza no implica que mi alma vaya a ser redimida, que exista la vida eterna, que vayamos a reencontrarnos un día en el paraíso, que existan siete mil vírgenes para cada hombre justo, o que el universo no vaya a terminar enfriándose, con la muerte y la desaparición. Esa tragedia no está exenta de belleza. No hay que asociar la palabra belleza a un cómodo final feliz. Todo eso es humano. Nosotros llamamos final feliz a aquello que nos conviene, pero, ¿quién te ha dicho que el universo está fabricado para ti? Yo, de alguna manera, esa es la sensación más fuerte que tengo. Como si el universo fuese un sitio maravilloso pero nadie lo hubiese hecho para nosotros. No creo que haya un Dios, pero si lo hubiera no le imagino diciendo: «Voy a hacer el universo este con siete mil millones de galaxias para estos de aquí de la esquinita esta…». ¡No fastidies! Estos de aquí son unos que han aparecido por casualidad y que observan: «¡Joe! ¡Qué cosa más fantástica! ¡Qué prodigioso!». Sí, bueno, yo me voy a morir, y el universo se va a enfriar… y todo esto lo hace un poco trágico, pero no lo hace menos bello. Romeo y Julieta es maravilloso, y es trágico. El hecho de que algo sea trágico no le resta belleza. Ojo con los finales felices, que suelen ser clichés, y por tanto menos bonitos.

¿Qué es la belleza entonces?

La belleza… difícil. Digamos que es aquello que apela a nuestro sentido de la estética o aquello que nos hace trascender algo.Yo recuerdo una discusión tremenda con uno de mis estudiantes que defendía que una bosta de vaca en mitad del campo podía ser bella. Yo creo que la belleza tiene algo más. La belleza es aquello capaz de despertarnos, de herirnos. Por eso yo la belleza nunca la asocio a algo fácil. Para Rilke lo bello es el ángel, y este es terrible. La belleza es aquello que nos conmueve, que nos hace sentir que hay algo trascendente (y esto no quiere decir eterno ni nada de eso); pero es algo que nos lleva más allá de la monotonía, que nos quita la respiración y que nos hace sentir que las cosas son más que una simple rutina. Tú miras al cielo, cuentas estrellas innumerables, y eso no tiene ninguna razón para estar ahí, pero está, y eso es prodigioso. Esa sensación de milagro, que no quiere decir que haya un Dios que lo haya creado, te conmueve y te aúpa. A eso le llamo yo belleza.

Samizdat

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