¿Hay alguien que escuche mi grito? El libro de Job y la pregunta sobre el sufrimiento inocente
Cuando intentamos recuperarnos del drama del pequeño Julen sepultado en un pozo, los periódicos nos vuelven a presentar la figura del niño Gabriel, el “pescaíto”, trágicamente asesinado ahora hace un año. ¡Qué impotencia! ¿Cómo es posible qué sucedan estos hechos? ¿Por qué la muerte de dos inocentes? ¿Por qué a los padres de Julen, que ya habían perdido un niño antes? Se han investigado ambos sucesos y se han analizado sus causas. En un caso se conoce la presunta asesina. En el otro, resulta evidente que el pozo no estaba tapado. Se buscan soluciones para que ambos dramas no vuelvan a suceder. ¿Basta esto para tapar nuestra pregunta y nuestro dolor?
Entre tantas preguntas acerca de las causas se abre paso una que suele tener poco espacio en nuestros medios pero que se impone en todos nosotros: ¿qué sentido tienen estas muertes y el sufrimiento que las acompaña? ¿Estamos en manos del azar y del mal? Nos da miedo formular en alto estas preguntas: nuestra sociedad las considera una patología “post-traumática”. ¿Es así? ¿No describen más bien lo genuino de nuestra naturaleza humana? «¿Por qué dar a luz a un desgraciado y vida a los que viven amargados?». El grito de Job ha acompañado durante siglos la aventura humana en Occidente. En él la pregunta sobre el sufrimiento inocente se convierte en voz que se levanta para pedir cuentas a Dios: «Dame a conocer por qué te querellas contra mí. ¿Es que te agrada oprimirme, despreciar la obra de tus manos, y favorecer los planes de los impíos?».
Ya Kierkegaard percibió la importancia del grito bíblico para el hombre moderno que exige un sentido: «¡Habla tú, pues, Job inolvidable, portavoz fiel y valiente de todos los afligidos! (…) ¡Tengo necesidad de ti, oh Job! Necesito un hombre que se lamente en voz tan alta que se le oiga en el cielo».
¿Tiene aún sentido buscar un significado, un porqué? ¿No es más lógico concluir que todo es fruto del azar y mirar para otro lado, gestionando el pequeño mundo que podemos controlar? La experiencia de dolor no puede eliminar esas otras experiencias en las que la realidad nos sonríe y se nos escapa ese «merece la pena vivir»: enamorarse, una amistad verdadera, un gesto de sacrificio hacia nosotros, la belleza de un paisaje o el gusto de la lectura. O la mera existencia imponente de la realidad y de nuestra misma vida: nos es dada, no la generamos nosotros. Estas experiencias “positivas” son las que nos empujan a gritar “¿por qué?” ante un dolor que parece contradecir el bien experimentado.
Podremos debatir y reflexionar acerca de estas cuestiones la semana del 1 al 5 de abril en torno a la exposición que hemos organizado en el fall de la facultad de Filosofía (edificio A) de la UCM:
- Exposición «¿Hay alguien que escuche mi grito? El libro de Job y la pregunta sobre el sufrimiento inocente» – 1 al 5 de abril – Hall de Filosofía (A) de la UCM.
- Mesa redonda con Fernando Savater (filósofo), Miguel García-Baró (filósofo) e Ignacio Carbajosa (biblista) – Viernes 5 de abril, 12:00 hrs. – Salón de Grados de la facultad de Filosofía (A).
- Lectura-concierto: «Is there anyone listening? El grito de Job en la música moderna» – Miércoles 3 de abril, 19:00 hrs – Paraninfo de la facultad de Filosofía (A).
Os proponemos, también, la lectura de una entrevista a Rober y Mamen, un matrimonio que ronda los cuarenta años, con tres hijos. Nos acercamos a su casa para entrevistarlos porque alguien nos había dicho: “el misterio del sufrimiento no se comprende analizándolo; es necesario mirar cómo lo viven ciertas personas y preguntarles a ellos: ¿cómo podéis vivir así? Hablad con Rober y Mamen”.